Traigo la mirada terracota. Llena de ladrillos, edificios sucios, fabricas reconvertidas en Galerías de Arte, también plazas masificadas y tulipanes explotando en los canteros de la acera. Una primavera tardía regala paz a los turistas y
voyeurs que ocupamos la ciudad como un ejército desmadrado. Desde las alcantarillas, un vapor espeso avanza hacia la superficie y se eleva, sumando gris a la humedad del ambiente.
En la ciudad babilónica nadie entiende a nadie, si hablas en inglés. Aún están los hispanos. Por todas partes. En la cafetería, en el autobús, en la tienda, en la farmacia. Los españoles somos una plaga. En el Soho, en Woodbury, en Chelsea, en Little Italy. Actores, escritores, políticos nos cruzamos por la calle y no nos vemos, porque la retina ya no puede distinguir nada más.
13/05/2007
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